Unidad, para qué?
Durante años la unidad ha sido un tema recurrente en los debates de las fuerzas políticas de la izquierda. Probablemente la experiencia unitaria más importante y exitosa, haya sido la Izquierda Unida de comienzos de los 80 en el siglo pasado. Un sector socialista hegemónico en ese entonces, logró agrupar detrás suyo a miles de militantes de izquierda, organizados en comités, activos en gremios, generó una experiencia de prensa con una gran presencia nacional, ganó la alcaldía de Lima, la alcaldía de importantes provincias del país y cientos de alcaldías distritales, se convirtió en opción de gobierno hacia el 85 y de cara a los 90. Su división a fines de los 90 fue un trauma que hasta hoy se siente entre las filas de la militancia. Después de Izquierda Unida no hubo ninguna experiencia unitaria de ese nivel, de esa amplitud.
Hace un año seis partidos anunciaron la formación del Frente Amplio (FA). Varios eventos en Lima y regiones del país alimentaron el entusiasmo de ver nuevamente a los partidos de izquierda caminando juntos. Las elecciones regionales y municipales del 5 de octubre colocaron este esfuerzo unitario al borde de la cornisa y una evidente carencia de claridad frente a los objetivos políticos de la coyuntura terminaron por tirar al vacío al, hasta hace pocos meses, prometedor FA. Una izquierda dividida fue humillada en Lima y en los distritos capitalinos en los que presentó candidatos. En Cajamarca el triunfo del MAS fue arrollador, la lucha contra el proyecto Conga se expresó en las urnas y Santos ganó sin atenuantes. Tierra y Libertad se sumó al respaldo a Santos, para nadie era un secreto que el objetivo era la derrota del proyecto Conga, el verdadero candidato detrás de las diversas opciones de la derecha. Moraleja, objetivos claros y comunes obligan a la unidad, permiten triunfos concretos.
Para el caso de Lima al parecer la derrota de Castañeda y el bloque mafioso que tiene tras suyo, léase García y su banda, no era un objetivo del todo claro. La candidatura de Susana Villarán debilita el eje anticorrupción que pudo ser línea conductora cuando prioriza un acuerdo con Perú Posible que a cambio le entrega el caramelo envenenado de la Sra. Freitas para la lista de regidores. Este acuerdo además propició el desbande en el FA, la desubicación de los partidos que se fueron con Susana Villarán que al final se dieron cuenta que no tenían opción de decidir nada y la parálisis de los que no aceptaron el acuerdo con el toledismo. Resultado, la izquierda se desvanece electoralmente en Lima, se pierde el gobierno de la capital, y la mafia vuelve a dirigir el centro económico y financiero del país, tomados de la mano Castañeda y García.
Hoy, a pocos días de las elecciones, el tema de la unidad de la izquierda sigue presente en las preocupaciones de la militancia y las dirigencias. Claro a estas alturas las desconfianzas son mayores, pero el instinto de sobrevivencia también puede jugar su rol, pero es suficiente? De alguna forma este instinto estuvo presente en el intento del FA y no bastó como hemos podido ver. Entonces qué hacer?
Se pueden ensayar algunas opciones. Una primera, que aquellos que sientan que no comparten un proyecto estratégico con el resto de partidos decida caminar solo en una apuesta de largo aliento, este es el caso de Tierra y Libertad que fue aislado por el resto de organizaciones. Con algo de razón podría decir que no hay forma de trabajo conjunto con el resto de fuerzas políticas y premunido de su inscripción abra un proceso de acumulación desde el 2016 mirando a los años venideros, quizás el bicentenario del 2021. El resto puede alinearse en una fórmula propiciada por Susana Villarán y Lerner, un bloque de “centro-izquierda” donde Lerner con el Partido Comunista (PCP), el Partido Socialista (PS), Ciudadanos por el Cambio (CxC) sería la izquierda y Susana con Perú Posible, Acción Popular, Somos Perú y otros cercanos sea el centro. El Movimiento de Afirmación Social (MAS), tonificado por su triunfo en Cajamarca, puede buscar socios regionales para buscar una presencia política nacional el 2016.
Todo esto en una lógica de acumulación propia ciertamente, nada de pensar en ganar el 2016. Y además en la lógica que el país seguirá sin un movimiento social centralizado y de carácter nacional y el gobierno se mantenga en crisis periódicas, pero sin ninguna crisis de envergadura que abra un nuevo período político.
Entonces el objetivo político se vuelve acumular fuerzas para adelante, 2021 ó 2026, más o menos. En la eventualidad, totalmente posible por lo demás, que esta sea la táctica de cada sector, la derrota del neoliberalismo o de las fuerzas políticas que lo sostienen no estaría en la agenda de los partidos de izquierda. Y con el 10% “grosso modo” que han recibido las fuerzas de izquierda a nivel nacional podemos pensar en una representación congresal –dispersa-de entre 5 y 6 parlamentarios para el siguiente quinquenio.
Una opción segunda es que los bloques que ensayamos líneas arriba decidan conversar y plantear como objetivo ganar las elecciones del 2016, derrotando a las fuerzas del neoliberalismo con un programa similar al del Gana Perú del 2011, con algunos ajustes para adecuarlo a la situación de hoy. Probablemente Susana Villarán se desprenda de esta opción e insista en un bloque con sectores que siendo liberales estén por una reforma del Estado que genere espacios ciudadanos más fuertes y una regulación prudente del mercado.
Por otro lado el escenario actual muestra un bloque empresarial neoliberal que no encuentra una representación política, un partido o frente de partidos que le garantice la acumulación de los últimos veinte años y las inversiones de las siguientes décadas. El Partido Aprista de Alan García le da opciones de triunfo, pero no de un gobierno estable, los últimos cinco años de García en el gobierno fueron de ganancias para el gran capital, pero de crisis política permanente, nuevamente masacres y caídas de gabinetes en medio de un juego casi personal de García preñado de corruptelas. El fujimorismo es una federación de autonomías a cada cual más corrupta y en muchos casos dueños de una torpeza que lo acerca mucho a la caverna política. Asegura votos pero no estabilidad política.
El toledismo ya fue, no es opción para la derecha económica, si hay alguien que puede desacumular políticamente con la misma rapidez con la que acumula, ese es Alejandro Toledo y con un partido que solamente funciona para la candidatura de Toledo, no hay garantía de nada. El ollantismo tampoco sirve para adelante, demasiado riesgo, absolutamente inestable, hay que estar encima de él y el desgaste que ha producido la traición a su programa electoral lo ha dejado sólo en la posibilidad de poner a Nadine Heredia en el Congreso.
Kuczynski es el más orgánico al empresariado neoliberal, pero acaba de cumplir 76 años, y no tiene reemplazo, a menos que resuciten a Boloña, pero tampoco tiene organización y equipo de gobierno (no me refiero a técnicos que fungen de ministros, creo que el tiempo de esos “equipos de gobierno” ya pasó y para un nuevo ciclo de reformas neoliberales se requiere políticos).
Así las cosas, los verdaderos “dueños del Perú” a decir de Calos Malpica, no la tienen fácil tampoco, peor si miramos que un sector de ellos tiene un talante tan primitivo que no desea ninguna reforma, cómo diría Valle Riestra: si ganan tanto en la quincena, para qué se van a preocupar de la historia.
A todo esto hay que sumarle que los movimientos sociales sin un foco nacional, ya empiezan a centrar su accionar sobre ejes como el rechazo a la privatización del agua, el tema uso de los territorios, el tema del gas y la salud.
Una izquierda articulada en bloques que se juntan para ganar el 2016 y derrotar a las fuerzas del modelo, en el escenario descrito, no es entonces una opción descabellada. Pero se requiere audacia y voluntad de poder para cabalgar sobre un escenario complejo, en el que no se tiene la base social que se tenía en los 80, en el que hay una gran dosis de pragmatismo en el electorado, pero aún es un electorado que no “se chupa el dedo” y que apostará por fuerzas que le garanticen mejores condiciones de vida y no la ilusión de ser un país del primer mundo mientras seguimos viviendo como en el tercero.
11 de octubre, 2014